FESTIVAL PROYECTOR: LA MEMORIA DE LOS OTROS. RECUERDO, FAMILIA Y ARCHIVO
Al igual que los rasgos circulan por la memoria genética y se heredan a través de generaciones, la memoria familiar se basta de cualquier detalle para reavivar su razón de ser. Un álbum de fotografías, una postal sobre la que se acumula el polvo, la cinta de vídeo que se reproduce en un televisor; un gesto aprendido, otro gesto heredado; el vacío que ocupa el silencio y el sonido de un familiar querido… Todo ello, además del tema del recuerdo, el de los círculos familiares y el entorno político que los circunda recorren las cuatro obras presentadas en el marco de PROYECTOR, en su edición de 2024, para la sala equis de Madrid.
En un momento concreto de la pieza 1976: Search for Life (2023) de la artista holandesa Tess Martin, la cámara se acerca con cierta cautela a una televisión analógica que emite las imágenes del módulo de aterrizaje Viking de la NASA sobre la superficie de marte. Una voz en off explica al espectador imaginario (el de los 70 y el contemporáneo) el objetivo principal de la misión: encontrar vida en la superficie terrestre del planeta rojo. No obstante, añade una segunda cláusula: entender la evolución del pasado para predecir lo que ocurrirá en el futuro. El mismo pretexto es el que lleva a Martin a explorar el viaje de un padre primerizo por carreteras escocesas, tierra natal de su madre, junto a su mujer y su bebé. La voz de la narradora devuelve a la vida las palabras inscritas en el diario del padre, año 76, a medida que una serie de postales de archivo se inmiscuyen e interrumpen las imágenes de parajes fijos en una suerte de presente continuo. El objetivo: interrogar el pasado familiar para comprender lo acontecido.
Por su parte, la revelación de la memoria a partir de un juego de espejos metanarrativo es el motivo principal de Maternal bond (2023). Tsai Yu Ting recurre a la conversación entre tres generaciones, la abuela, la madre y el nieto, para explorar los fallos del recuerdo enquistado que sólo se reaviva mediante la máscara y la invención (la máscara del croma verde, de la recreación de la fotografía familiar y del maquillaje y de los parecidos). Maternal bond se concibe como una exploración de los vínculos y de la memoria de los rasgos físicos que encarnan los detalles nimios de la piel. El lápiz sobre el rabillo del ojo, la profundidad de la expresión de la mirada, el arqueo impasible de una ceja o la mueca pálida de una tímida sonrisa revelan parecidos que compilan a las distintas generaciones sobre una memoria común.
En otro sentido, el fino y sutil paso de lo privado a lo público, del recuerdo a la historia y de la memoria filial a otro tipo de memoria familiar recorren las calles de la ciudad a través tanto de la mirada de Thales Pessoa como de la de Enrique Ramírez. En el primer caso, Pessoa cruza en Forastero (2022) los testimonios de tres desconocidos que deambulan en la noche. Sus historias, cargadas de vivencias que debaten sobre la violencia, adquieren su sentido al entreverarse entre el anonimato de la ciudad. En el segundo, Brises (2008), de Enrique Ramírez, se plantea un recorrido secuencial a través de lo familiar entendido como cercano, semejante o propio. El caminar lento de un cuerpo casi automatizado que pasea por las avenidas de Santiago de Chile encarna la dicotomía que encierra el vagar en una dirección concreta. Esto es, recuperar la memoria política de la dictadura, asentada sobre edificios emblemáticos como el Palacio de la Moneda o la Plaza de la Ciudadanía, al tiempo que las vallas que dificultan su acceso nos hablan de la propia materialización de su olvido.
Texto: Luis Cemillán Casis